USTED ESTÁ ACREDITADO.Agur, Bretaina Handia.
Se acabó de ir como si fueras EH Bildu por la vida. Eso no lo han pensado el 52% de los británicos de esta forma, pero se asemeja. No se puede ir comiendo canapés pero abrir las puertas a toda la basura que llegue de los países islámicos o hindúes. El hartazgo ha acabado por saldar cuentas con los que querían seguir en la UE y degollando políticamente al primer ministro David Cameron. Y es que el referéndum sobre la permanencia de Reino Unido en la Unión Europea se ha saldado a favor de la salida de la segunda economía del continente. Un final imprevisto con el cansancio de los británicos de verse asolados con las medidas de negro de Europa en el fondo. Con una participación del 71,3 por ciento, la mayor en una votación en Reino Unido desde 1992 y más de seis puntos por encima del plebiscito de 1975 que había confirmado la permanencia en la por entonces Comunidad Económica Europa, el escrutinio ha dado un vuelco sin precedentes a una noche electoral que había arrancado con las encuestas a favor de la continuidad. Este desenlace tiene profundas connotaciones políticas e institucionales, que ha provocado el final de Cameron un año después de haber arrasado como presidente. Lo grave es que eso provoca un cisma en el Partido Laborista y la aplicación acelerada sin plan alternativo previsto del articulo 50 del Tratado de Lisboa, que es el que establece el abandono de un miembro de la UE de la misma. Expertos en Derecho europeo creen que, dada la complejidad, las negociaciones podrían llevar hasta una década y los propios defensores del divorcio asumen que, como mínimo, serían necesarios cuatro años.Los problemas ahora son diversos: economía, ciudadanos,libertad de circulación....El problema es que uno de los catalizadores del Brexit ha sido el control de los flujos migratorios y la pertenencia al mercado común implicaría, a priori, el libre movimiento de personas, dos elementos indisociables y, para la UE, innegociables, por lo que, a priori, Londres no podría mantener el primero sin tener que aceptar el segundo, lo que complica la ecuación entre prosperidad económica y límites a la entrada de ciudadanos comunitarios.No en vano, abandonar el mercado común no es una opción extendida entre los defensores del 'Brexit', que se encuentran dividido entre quienes proponen directamente abandonarlo, aquellos que creen posible permanecer por el propio interés del resto de sus integrantes de no perder a la segunda economía europea, los que abogan por establecer acuerdos bilaterales e, incluso, quienes ven viable operar con los 161 miembros de la Organización Mundial de Comercio (OMC).Este encaje, con todo, constituye tan sólo una pieza más del complejo puzle legislativo de un proceso que obligaría a revisar hasta 80.000 páginas de acuerdos comunitarios, con el objetivo de decidir descartes, qué áreas enmendar y cuáles mantener, un sumario que, inevitablemente, querrá supervisar el Parlamento británico y cuya duración constituye un enigma. Además, la salida incrementa el riesgo de una crisis constitucional para la unión británica, puesto que Escocia, protagonista de un plebiscito de independencia hace menos de dos años, ha apoyado mayoritariamente la continuidad en la UE y cuya ministra principal ha reconocido que este desenlace reavivará las ansias secesionistas. En consecuencia, junto a la resolución de una profunda crisis política en casa, el Gobierno, independientemente de su constitución, tendrá que resolver un proceso sobre el que no hay precedentes, tan sólo la salida de Groenlandia, ni siquiera un estado, sino un territorio que formaba parte de Dinamarca, hace más de 30 años, cuando la UE no era tampoco la unión política en la que se ha convertido hoy en día. Por si fuera poco, este nuevo capítulo tendría que acordarse con socios que difícilmente mostrarán empatía hacia quien ha decidido abandonar, a pesar de los compromisos que tanto costaron en febrero y que hubiesen garantizado para Reino Unido el ansiado estatus de verso libre de una Europa cada vez más cohesionada. Por otra parte, a escala europea, el temor es que la partida británica genere un efecto dominó entre otros integrantes de los Lo que es evidente es que los británicos (a pesar que Irlanda del Norte y Escocia quieren seguir en la UE) no quieren que su país siga siendo el vertedero de los problemas de unos conceptos de vida ajenos a ellos.
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