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USTED ESTÁ ACREDITADO.Las embajadas.

PILAR RAHOLA
A parte del discurso contra las embajadas de algunos micrófonos poco amigos, echo de menos una crítica seria desde casa, no en vano el gasto de estas delegaciones es insostenible. Por ejemplo, los dos casos más chillones: la oficina de 280 metros cuadrados que tenemos en el Rockefeller Center de Manhattan nos cuesta 330.000 euros anuales de alquiler; la de París, de 580 metros cuadrados, nos cuesta 399.000.Sumado a los locales hay que contar el gasto de personal, con la coletilla del sueldo de los delegados, considerados como directores generales y que cobran 88.000 euros el año, más dietas. La suma supera el millón de euros, y no se ha reducido en los actuales presupuestos.En paralelo, se presenta una reducción drástica de la Agència de Cooperació al Desenvolupament, que desde el 2010 ha perdido un 30% de presupuesto, lo cual castiga la acción solidaria catalana. Y, finalmente, el global de la acción exterior –que implica toda la actividad internacional de la Generalitat– aumenta su presupuesto en 4 millones de euros, y llega a los 39. Es decir, con respecto al exterior sólo se reduce la solidaridad, se aumenta el gasto exterior y se mantienen intactas las embajadas, si bien es cierto que en las épocas gloriosas de Carod se llegó a doblar el presupuesto. Hasta aquí las cifras y, por lo visto, las intenciones. Ahora la reflexión.¿Tienen lógica estas embajadas y más cuando ya tenemos las oficinas del Copca (ahora con otro nombre) que hacen las funciones de ayuda comercial al extranjero? Personalmente creo que fueron un disparate que llegó al paroxismo con la oficina de Nueva York, donde literalmente el tripartito se volvió loco y echó la casa por la ventana. Sólo la inauguración, con el viaje oficial de una nutrida comitiva de amigos y adosados, ya costó más de 80.000 euros. Y ya había empezado la crisis que ahora nos tenemos que comer en términos de una deuda pública astronómica. Sobra decir que el resultado de estas delegaciones, con respecto a los objetivos, es indescriptible y llega a la misma altura que la preparación diplomática que tenía el hermano de Carod para dirigir la lujosa sede de París: cero al cuadrado. Es una vergüenza mantenerlas abiertas, primero porque se están reduciendo gastos básicos para la asistencia a la gente, y es imposible explicar por qué tenemos oficina en la Quinta Avenida y suprimimos a los profesores para sordos de las escuelas. Y segundo porque no responde a ninguna estrategia nacional inteligente, sino a la afición a montarnos paridas mentales cuando nos sentimos frustrados.En cualquier caso, prefiero que le den el dinero a Bonaventura Clotet para que continúe su investigación sobre el sida –eso sí que es proyección internacional– que no que lo gasten en montajes de nuevo ricos que sólo responden a la megalomanía de políticos caducados. Y que, además, no nos podemos pagar.
NOTA DE LA REDACCIÓN:Dado el contenido del artículo,ORAIN-Euskal Aldizkaria ha optado por su publicación y difusión al coincidir esta denuncia de la periodista catalana con la publicación en el BOPV de las ayudas a las Euskal Etxeak que están en la diáspora vasca.Su reflexión resume también la ambición de algunos centros para convertirse en lo que no son ni deberían ser.

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