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USTED ESTÁ ACREDITADO.La increíble historia del hombre sin calcetines

JON URIARTE (Dedicado al aventurero y periodista vasco Miguel de la Quadra-Salcedo)

Llevaba zapatos sin cordones sobre pies desnudos. Nada de calcetines. Raro, porque un viento helador azotaba el Puerto Deportivo de Getxo con tal rabia que hasta un esquimal se habría puesto leotardos. De ahí que nadie osara asomarse por la puerta del pub. La mañana había arrancado mostrando un sol engañoso que se escondió tras las nubes, apenas comenzado el aperitivo. Así que los presentes optamos por hacernos fuertes en el local. Entre ellos, Miguel y su mujer Marisol. Bebían vino blanco, mientras daban buena cuenta de los pintxos. Hice el amago de saludar. Le había conocido en un evento, del que luego les hablaré, pero no creí oportuno molestar. Siendo una de las pocas veces que podía estar junta la pareja, me conformé con un efímero saludo y respirar la misma atmósfera de aquel aventurero. Miguel de la Quadra-Salcedo. El mito que, unos años más tarde y en aquel mismo lugar, me regalaría otra tarde igual de lluviosa. Pero, en esa ocasión, hablamos. De lo que me contó nacen estas líneas.A veces la muerte de un ajeno duele más que la de un propio. Todos tenemos una familia paralela compuesta por personas a las que admiramos. A veces, sin necesidad de conocerlas. Por eso, cuando ha existido contacto físico, el lazo es para siempre. Y eso precisamente me ha sucedido al saber de su muerte. Tres veces estuve con Don Miguel. La primera, en la inauguración de una tienda de ropa de viaje en Bilbao. Dado que un servidor estaba enrolado en el programa 'La Peña' de ETB, me presenté junto a Txema Montoya , el cámara Juan Cruz López y la técnico de sonido Aitziber Fuentes. Hablamos con De la Quadra-Salcedo de sus años en televisión. No olvidemos que había presentado y co-presentado programas como 'A toda plana', 'Aventura', 'El mundo en acción', 'Reporteros' o 'A la caza del tesoro'. Y después 'Aventura 92' y la famosa 'Ruta Quetzal'. Viéndonos vestidos como unos Indiana de pacotilla, nos contó que Jones le parecía un tipo demasiado limpio para ser aventurero. «Cuando vas por ahí acabas oliendo tan mal que hasta los animales se apartan», comentaba, mientras firmaba autógrafos. Y también reveló que nunca llevaba calcetines, porque casi siempre iba a lugares donde se caminaba mejor descalzo. Confieso que creí que era un chiste de explorador. Así que dirigí la mirada hacia sus pies. No los llevaba. En cuanto al resto, parecía que cargara con más arrugas de las que lucía en nuestra memoria. Normal, teniendo en cuenta que su imagen se nos había quedado congelada en los 40 años, como personaje televisivo, y esta charla tuvo lugar cuando tenía 66 abriles que valían por varios siglos. Porque Don Miguel vivió varias vidas. Basta con repasar su biografía para comprobarlo.Fue un atleta espectacular que consiguió nueve campeonatos de España. Seis en lanzamiento de disco, dos en peso y uno en lanzamiento de martillo. Y debemos añadir su legendario hito deportivo. Tras lograr batir el récord de jabalina en los Juegos Olímpicos de Roma, en 1960, la organización hizo algo sin precedentes. Anularon su récord y cambiaron el reglamento por considerar peligrosa aquella forma de lanzar la jabalina, que le había enseñado el mítico atleta Félix Erausquin. Después trabajó para el gobierno colombiano adentrándose en las selvas del Amazonas realizando estudios de biología y antropología. Dos años más tarde, en 1963, se presentó en TVE dispuesto a ir a los lugares y conflictos que los demás rechazaban. En su primer destino, en el Congo, a punto estuvo de acabar fusilado. Le salvaron unos soldados que se había echado como amigos días antes y que tiraron de gatillo. Pero como el trabajo es lo primero, regresó al lugar a la mañana siguiente, recuperó el equipo de grabación y regresó a casa. Con un par. De hecho, cuando nos lo contaba, lo hacía como si se le hubiese acabado el toner de la impresora. No exagero. Lo recuerdo perfectamente. Fue en nuestra tercera conversación. La última.Habían pasado cinco años de la anterior y un par desde que le viera con su mujer en el Puerto Deportivo de Getxo. Quiso el destino que una improvisada reunión me llevara hasta el mismo lugar. Y que De la Quadra fuera uno de los citados. Estaba cerrando acuerdos para la difusión de su Ruta Quetzal con el BBVA y uno de los presentes tenía responsabilidades en el asunto. Eramos cinco pero, pasadas las horas y vaciadas las copas, solo quedamos tres. Fue entonces cuando habló sobre algunos capítulos de su vida. Como el año que formó parte, junto a su familia, del circo de Ángel Cristo. Hacía de domador de leones. Ahí es nada. O cuando le dispararon en un brazo siendo reportero de guerra. O cuando su cámara José Márquez se rompió la espalda y un brazo en plena guerra y en lo más profundo del continente africano. Tuvo tiempo para contarnos que tenía tres hijos, Iñigo, Rodrigo y Sol y que se llevó al segundo, a una aventura en el Amazonas. Era tan pequeño el chaval que cambió rápidamente de hábitos y al volver dormía en el suelo y caminaba descalzo. Ese fue el momento en que le pregunté por aquello que nos había contado en la inauguración de aquella tienda sobre que nunca llevaba calcetines. «Es verdad. En la mayoría de los lugares que he visitado caminas mejor sin ellos», sentenció. Y acto seguido se quitó los zapatos y dijo mientras salía a la calle: «Me voy para casa que mañana viajo a Perú». Río al recordarlo ahora que se nos ha ido el gran aventurero. El de verdad. Los de ahora no le llegan ni a la altura de las plantas de sus desnudos pies. De la Quadra-Salcedo ha sido más que un reportero, un deportista y un explorador. Es un personaje de Kipling que permanecerá por siempre en los sueños de quienes vivimos a través de él las más increíbles aventuras.





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