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ORAIN KIROLAK.La lesión de Irujo da la txapela a Aimar y Urruti

IGOR G.VICO,Deiakoa

Con un clack se descerrajó una final que apuntaba a marcar un hito en la historia, un punto de no retorno. Una final del Parejas que se amarraba en la huida hacia adelante de dos cuestiones naturales y enraizadas a las diferencias en el deporte. Amanecía el encuentro supervitaminado y alocado de los pegadores y acabó muriendo de éxito, en una alcanzada desafortunada de Juan Martínez de Irujo, que vio “las estrellas” y al que se le salió el dedo corazón de la mano derecha a la altura de la tercera falange. Eso fue con el 11-10. Lo de después fueron estertores del iberoarra en su intención de resucitarse a sí mismo y a una mano, portada con una férula, que no le pudo responder hasta que vio, con el 16-10 que trataba de hacer un brindis al sol. El clack de su diestra contra el suelo fue el interruptor del encuentro, que otorgó a Aimar Olaizola y Mikel Urrutikoetxea un trocito de cielo, una pizca de Olimpo. De hecho, el vizcaino ya tiene su hueco en él tras un curso loco, al que ayer le puso la guinda, que le sabrá agridulce por el epílogo, pero que ya está marcada en su palmarés. Ya tiene la Triple Corona, consiguiendo el Parejas como zaguero, reinventándose a cada paso, en una versión de renacentismo manista. Una rara avis. El clack del dedo corazón se le clavó hasta el alma a Juan y rompió el choque. Desde los servicios médicos de Aspe valoran que el iberoarra tiene tocada la falange distal y que podría tener la baja hasta las cuatro semanas. Pero el dolor fue más allá. Al romperle a Beñat Rezusta, en gran medida, su sueño, tras realizar una primera parte de partido de escándalo, y fallarse a sí mismo. Y es que Martínez de Irujo, un delantero visceral, todo entrañas, nunca se había encontrado en una situación similar. La alcanzada fue un disparo al corazón de un envite magnífico, que se derramó como arena entre los dedos. A Irujo, partisano, le fastidió abandonar.Corría el partido con el 10-10, con 403 pelotazos, cuando Aimar Olaizola se sacó de la chistera un gancho, que agarró Irujo con deficiencias. En la alcanzada, caceó con la derecha y el dedo corazón impactó con el suelo de contracancha. Como un resorte, el pelotari de Ibero se levantó y salió del frontón, abriendo de una patada la puerta. Tardó más de cinco minutos en volver. Ya se mascaba la tragedia. El regreso solo fue una agonía. Irujo no podía golpear. Con el 16-10 tomó la decisión. No lo alargó más. Una pena. Sobre todo, porque la contienda se estaba disfrutando en tragos largos. El día en el que el frontón Bizkaia se desvirgaba con el no al alcohol, los embriagantes efluvios de un envite mayúsculo asomaron. Y eso es complicado en una final de tamaña altura. Quizás asomaban dudas con el zurdo de Bergara, un tallo con una izquierda imposible, torcida, a la que se le auguraban mariposas en el estómago. No fue así. El guipuzcoano, pegador, eléctrico en su perfil zurdo, nervudo rompió a sudar explosivo. La recomendación, como ya trazó Martínez de Irujo en su hoja de ruta, era avasallar, evitar a Aimar y alargar el duelo hasta Urrutikoetxea explorara sus límites.En la otra acera, templados, ni Aimar ni el vizcaino rompieron con la idea que traían de casa: aferrarse al inicio, adelantarse en defensa y esperar a tener pelota. Con dos concepciones tan diferentes de un mismo esquema, que viene siendo atemperar al rival hasta encontrar boquetes, el encuentro se dirimió con un voltaje alto. El cuentakilómetros del vizcaino estuvo a punto de sobrecargarse en las idas y venidas, apostando por el aire en defensa, honesto en su patrón de juego.El primer tanto anunció lo que se venía encima. 30 pelotazos para abrir boca. Fue el prólogo. Tanto Martínez de Irujo como Rezusta sacaron a relucir la potencia que atesoran. De hecho, el Irujo más participativo, aquel que apareció en el Ogueta de Gasteiz, mandón, dejó paso a una versión más lógica, que permitía a Beñat abrir brechas con la zurda, saltar a Olaizola II y buscar las cosquillas a Urruti, inconmensurable en el despliegue. Irujo acabó parando la pelota al txoko y se desató el lazo al partido.Dos yerros del delantero de Aspe desnivelaron la balanza de modo inmediato: una escapada y una volea mala. Aunque el resultado (2-1) ya era colorado, las sensaciones de superioridad ascendían por la zurda de Rezusta. Al de Bergara, al que se le podía esperar flaqueza de piernas, no vivió ningún tembleque, comenzando con distancias en la cancha, obligando a Urrutikoetxea. En esas, Juan fue capaz de encontrar remates. En esas, Aimar sufrió tortícolis de ver cómo el cuero le volaba sobre la cabeza. Con el empate a tres ya habían pasado los 130 pelotazos y la versión azul era demoledora. El objetivo: Mikel.Mientras tanto, Olaizola cuestionaba al de Zaratamo sobre la necesidad de ayuda y este le contaba que no, que continuase a lo suyo, que estaba bien. Genio y figura.La distancia (3-6) murió por loor de Olaizola II, más ambicioso con su pelota y la nueva versión del de Zaratamo. Ante el gas de Rezusta, comenzó a abrir pelota de aire, para buscarle las cosquillas a Juan o subir el espacio de trabajo del zurdo de Bergara. Aimar metió su primer gancho para recuperar pelota y no dudó: un saque y un saque-remate. Juan contestó con una parada al txoko y un buruzgain de Rezusta, infernal, superó a Mikel, siempre adelantando su posición en la cancha. Si bien anteriormente el dominio era azul por pegada, los vaivenes del camino le quitaron frescura a la zurda del guipuzcoano. A Mikel, que parecía tocado por el tajo, se le asomó de nuevo la idea de buscar los cuadros alegres. Un cortadón con la izquierda y un dos paredes de volea, con todos jugando en una baldosa, redujeron la distancia y, bien plantados, superaron a los azules (7-9). No sin batalla.Iban 11-10 cuando echó el gancho Aimar. Se oyó el clack. Y Juan pateó la puerta con el dedo fuera. El Parejas murió 11-10. Una pena. Urruti ya forma parte de la historia.


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