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NI,ZU TA BIOK.No hay mayor soledad

Antes de iniciar el artículo,queremos indicar que este Ni,zu ta Biok es a cargo del compañero de "El Correo" Guillermo Elejabeitia y complementa el que publicamos sobre "Bilbao ha perdido su alma",de este periódico digital.En este texto se sacan las claves de como,por qué y que ha sucedido con la situación de Trinidad Figueroa,la bilbaína que encontraron muerta el día de fin de año sola en su casa dos años después de su muerte.

GUILLERMO ELEJABEITIA
La autopsia dice que murió "por causas naturales", pero lo cierto es que la atronadora soledad en la que vivía Trinidad Figueroa ha tenido mucho que ver en su dramático final. El pasado 27 de diciembre encontraron su cadáver, casi de forma fortuita, en el curso de una revisión rutinaria del edificio en el que vivía. Llevaba más de dos años muerta, pero nadie había denunciado su desaparición. Ni sus hijos, uno de los cuales vivía en Bilbao, ni sus vecinos, con los que apenas tenía relación, ni los servicios sociales, que la atendieron en varias ocasiones, echaron en falta a una mujer que con el paso de los años había ido encerrándose cada vez más en sí misma. Su historia, aunque claramente excepcional, pone sobre la mesa la realidad de muchas personas que viven solas en la gran ciudad y carecen de la más mínima red familiar o social.
Resulta difícil reconstruir las circunstancias de la muerte de Trinidad y cómo fueron sus últimos años de vida. Su propio hermetismo fue cerrando poco a poco cada ventana por la que se asomaba al mundo exterior, hasta el punto de que su muerte, en algún momento de la primavera de 2011, pasó totalmente desapercibida. La mujer, que hubiera cumplido este año 69, se había instalado en el número 25 de la calle Bilbao La Vieja hará unos 22 ó 23 años, poco después de divorciarse. En el buzón del portal todavía puede leerse su nombre y el de sus dos hijos, Lourdes y Alfonso. El varón reside en Bilbao, donde regenta un establecimiento de hostelería. El 31 de diciembre a las 9 de la noche recibió una llamada telefónica de la Policía. Habían encontrado el cuerpo sin vida de su madre, de la que hacía mucho que no sabía nada.
"No nos hablábamos desde hace más de veinte años", reconoce escueto al ser preguntado por este periódico. Se resiste a revelar las causas por las que perdieron el contacto -"Son cosas muy personales y no quiero revivirlo", dice-, pero al parecer los lazos familiares se rompieron de forma traumática. Tras años sin cruzar palabra, sus hijos vivían convencidos de que su madre estaba "en una residencia en Galicia". De hecho, trataron de ponerse en contacto con ella en una ocasión, "pero no fue posible y dejamos de intentarlo", explica. "Si llegamos a saber en qué situación estaba por supuesto que le hubiéramos echado una mano, por mucho que no te hables al fin y al cabo una madre es una madre", dice Alfonso, dolorido también por los comentarios que ha tenido que escuchar desde que la noticia saltó a los medios de comunicación.
Sola en su casa, Trinidad apenas se relacionaba con sus vecinos. Resulta difícil encontrar a alguien en Bilbao La Vieja que la recordara, y más aún que tuviera trato con ella. El número 25 es un portal con sólo cuatro pisos y en el que, 2salvo la vecina del 3º, ya fallecida, los inquilinos han ido cambiando periódicamente", explica una mujer que vive enfrente. Recuerda a Trinidad de cruzarse con ella habitualmente, pero nunca se dijeron una palabra, "ni siquiera los buenos días", reconoce. Aunque pasó allí más de veinte años de su vida, los mayores siguen considerando que era "nueva en el barrio" y lo cierto es que nunca llegó a integrarse en el círculo de los vecinos "de toda la vida".
Sólo la tendera logró tener algún contacto con ella: "Venía casi todos los días a hacer algunas compras y, si no, la veía pasar por delante de la tienda", cuenta. Begoña la recuerda "siempre impecable, muy bien peinada y vestida", pero extremadamente reservada: "No hablaba con nadie y tampoco se metía con nadie, sólo venía a por lo que necesitaba y se iba". Reconoce que en los últimos tiempos se la veía "más decaída": "Alguna vez, al verla tan sola, intenté darle conversación, pero no soltaba prenda. Yo estoy segura de que sufría depresión", elucubra la tendera. Quizá fue ella una de las pocas personas que echó en falta su presencia, "pero alguien dijo en el barrio que se la habían llevado a una residencia", y nadie volvió a preguntar al respecto.
Sin cobrar las pensiones
Esa confusión podría estar motivada por el hecho de que Trinidad sí llegó a ingresar en un piso de acogida, pero lo abandonó al poco tiempo para volver al domicilio donde falleció. Hacía años que recibía atención de los servicios sociales, tanto del Ayuntamiento como de la Diputación, aunque la mayoría en forma de ayudas económicas. Cobraba unos 250 euros como complemento a su pensión no contributiva y mientras la RGI estuvo gestionada por los ayuntamientos tuvo una relación "relativamente habitual" con los servicios sociales de base. En 2010 comenzó a dar signos de "una posible desorientación, al parecer provocados por sus problemas con el alcohol". Fue entonces cuando se le facilitó el ingreso en una vivienda comunitaria. Entró en noviembre de ese mismo año, pero la abandonó apenas un mes después "por propia voluntad", según consta en el registro del área municipal de Acción Social.
El último contacto físico con los servicios sociales se produjo el 14 de abril de 2011, en el transcurso de una cita rutinaria. La trabajadora social le recomendó entonces que fuera al médico, pero al parecer ella contestó que no, que se encontraba bien. Según la fecha del calendario que todavía cuelga en su cocina y la caducidad de los yogures que tenía en la nevera, debió morir ese mismo mes. El hecho de que dejara de hacer efectivo el cobro de su pensión podría haber hecho saltar las alarmas, pero con el traslado de la gestión de la RGI a manos de Lanbide, esa circunstancia pasó totalmente desapercibida.
No sería hasta ocho meses después de su muerte cuando la Administración se dio cuenta de que algo iba mal. En enero debía revisarse la pensión de Trinidad, para lo cual debía aportar una fe de vida o presentarse personalmente. Tras varios requerimientos, en mayo de 2012 se procedió a la suspensión del pago, y en junio de 2013 se le reclamó la devolución a Hacienda de las mensualidades que había recibido "de forma indebida". Desde la Diputación explican que el caso siguió el proceso burocrático normal, ya que su fallecimiento "no constaba para nadie". De hecho, el dinero que percibió sigue en su cuenta corriente, en la que la suya era la única firma autorizada, y volverá a las arcas forales.
El último dato en su expediente es el oficio de la Diputación respecto a una evaluación de dependencia que se le había hecho a principios de 2011. El resultado era negativo, por lo que se consideraba que la mujer podía valerse por sí misma. Cuando fue emitido, en mayo de 2011, es posible que Trinidad ya estuviera muerta.

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