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ORAIN KALERA.Joseba Goikoetxea,20 urte

IGOR SANTAMARIA,Deiakoa.
Tras el aguacero, escampó y salió el sol, transformó el horizonte y la Euskadi invernal de pronto se iluminó. Prueba de ello, el rostro de Rosa Rodero, desencajado hace veinte años cuando su marido, y ertzaina, yacía víctima de la vileza terrorista, y ayer radiante, feliz, porque su nieto disfrutará del país que se afanó en edificar Joseba Goikoetxea, próspero y en paz. Y porque la fotografía del homenaje que le brindaron familiares y amigos inmortalizó el puente hacia la convivencia, una tierra que ha recobrado la esperanza perdida, y donde víctimas de diferente singladura y condición, y pensamientos políticos diversos, simbolizaron la andadura hacia un escenario diametralmente opuesto al que se ha padecido. La tristeza ha dejado de ser motivo de unión. El emotivo acto de recuerdo a Joseba, y en definitiva a todas las víctimas, patentó que en la Euskadi actual lo que aúna, preferentemente, es el aliento.
Diluviaba en la misma esquina en que ETA, el 22 de noviembre de 1993, asesinó a Goikoetxea, semáforo en rojo, mientras su hijo, que ha recogido su legado profesional, quedaba condenado al recuerdo cruel en primera persona. Ayer, durante la ofrenda foral, a Jose se le agolparían estas dos décadas, pero durante el trayecto hasta la plaza de la Convivencia, arropado él, su madre y hermanas por centenares de personas, se fue abriendo el cielo a pasos agigantados cruzando el puente Zubi Zuri. Tránsito hacia la reconciliación visualizado finalmente en una primera fila donde sobraban las palabras. Junto a los allegados de Joseba se sentaron Edurne Brouard, hija del dirigente de Herri Batasuna asesinado en 1984, y Asun Zabala, la hermana de José Ignacio Zabala, secuestrado y muerto a manos de los GAL en 1983. Al lado de Rosa y los suyos caminaron también, entre otros muchos, Cristina Sagarzazu; familiares de Josu Muguruza; la hermana del ertzaina Txema Agirre; la disidente de ETA y portavoz del colectivo de la vía Nanclares, Carmen Gisasola, que se halla en régimen de tercer grado; y Andoni Alza, de las primeras voces discordantes con la banda.
Una razón de peso para dejar, al fin, de encuadrar a las víctimas "en uno u otro bando", como alentó Andoni Ortuzar en calidad de amigo íntimo y no tanto como líder del EBB, aunque Joseba "entendía la vida siendo abertzale y del PNV, una de sus grandes pasiones", y formación que le agasajó en masa. No menos trascendente la delegación de la izquierda abertzale que encabezó Laura Mintegi, y la representación de los socialistas vascos, con la presencia del exconsejero de Interior Rodolfo Ares. Faltaron únicamente UPyD, y el PP, aunque los populares argumentaron que fueron imprevistos problemas de agenda, y no una decisión intencionada, lo que les privó de rendir tributo al ertzaina.
Como el clima en esa hora y media festiva, porque con pasión se festejaba el bienio en paz, sin disparos ni sangre; se retrató el cambio de la atmósfera política y social que se ha comenzado a dibujar en Euskadi. Con sus aristas, escollos, obstáculos y piedras en el camino, pero también con su paciencia, empeño, trabajo y consenso, un país destinado al acuerdo y empujado desde todos los sectores a poder ser disfrutado en libertad. Un nuevo tiempo sin opción de retorno al punto de partida macabro. "La maldición de las violencias nos ha perseguido a los vascos durante la historia contemporánea y, más allá de su origen y su autoría indefendible, nos ha dejado incontables heridas, cerradas unas y sin cicatrizar aún otras. Pero cuyo dolor debemos ser capaces de mitigar para que las nuevas generaciones crezcan libres y en paz", describió Ortuzar. Fue una mañana de gestos, de recogimiento, abrazos, agradecimientos, manos estrechadas e industriales cantidades de llamadas al entendimiento. De un discurso donde no hay espacio para el reproche y las cuentas pendientes. Ni para volver al bucle.
Un nuevo contexto que atañe igualmente a la Ertzaintza, cuerpo donde Goikoetxea entró con el objetivo de "asegurar el orden democrático", y a quien "seguramente el que decidió que habría que matarlo lo hizo por eso, y también por su condición de ertzaina". Hoy día, por contra, los uniformes de la Policía vasca empiezan a asomar nuevamente en los colgadores de las casas, y sus profesionales acentúan su tarea en el contacto directo con el ciudadano, algo a lo que Joseba se habría entregado producto de una personalidad abierta y sincera, marcadamente vasca.
En un expresivo ambiente donde se recrearon aquellas escenas de la lucha abertzale contra el franquismo, en la que participó Goikoetxea, encarcelado en 1975; el Zenbat Gara de Benito Lertxundi, y el Lepoan hartu de Telesforo Monzón recalcaron cuál era el señuelo del ertzaina, "avanzar para conquistar nuestros sueños". En el ánimo de todos los presentes, la convicción de que el recuerdo no puede convertirse en rencor, ni el dolor en venganza, aunque no haya que olvidar el pasado. "Es lo que se ha hecho hoy -relató Ortuzar-, todos hemos atravesado el puente, hemos pasado de la muerte a la vida, porque ni la violencia ni el odio han derrotado nunca nuestro espíritu".
Bakea, Josebaren bizipoza. 20 urte Joseba faltan. 2 urte bakean resultó el esbozo de la ilusión recobrada de vivir en una Euskadi transversal y multicolor, que supera el duelo y se apresta a fajarse en la reparación, cruzando el puente como ayer la ría, cuenca vieja de aguas nuevas, "unas veces mansas y otras encabritadas", como la vida misma. Un país alejado de un lenguaje bélico y condenado, ahora sí, a la reparación, a la compresión y normalización, como demostraron ayer víctimas de diversa estirpe. Porque aquel semáforo luctuoso luce ya en verde. Tiempo de esperanza. Para la familia Goikoetxea. Para todos.El mismo dia que el sacerdote Alec Reid falleció en Irlanda del Norte,la Irlanda por la que luchó pacificar.
LEIRE GOIKOETXEA:"Mi aita celebraría esta Euskadi donde no habrá más huérfanos"
La voz de Rosa se quebró. La emoción embargó a la viuda de Joseba Goikoetxea cuando, divisando a escasos centímetros la primera fila -donde Edurne Brouard tampoco pudo reprimir el llanto-, trasladaba con entusiasmo cómo su nieto podrá vivir en una Euskadi en paz, "en una tierra sin el sufrimiento de tantos años". Pronto halló el consuelo, el cariño, en el beso de Leire, que apenas sumaba 18 meses de edad cuando asesinaron a su aita, y que ayer intervino, generosa y sonriente, por vez primera en un evento público. Rodero se recostó en el hombro de su hija y las lágrimas que empezaron a enfilar su rostro huyeron para mostrar a los cientos de personas que arroparon a su familia una expresión de felicidad solo atorada por el recuerdo. "Quiero agradecerles a todos este momento. Tras 20 años, estamos juntos para disfrutar de la tranquilidad de estos años sin violencia, en los que las víctimas, sean de donde sean, porque todas somos víctimas, podemos reunirnos para pensar en nuestros familiares y para seguir luchando por esta Euskadi que es nuestra, y en la que nuestros hijos y nietos podrán crecer en paz", expresó Rosa.
A Leire, la hija del sargento mayor de la Ertzaintza, le embargó la pena solo al evocar que le "hubiera gustado mucho" conocer a ese Goikoetxea del que tanto le hablan quienes eran amigos de su padre, tanto del ámbito político como profesional, al Joseba del que le narra infinidad de episodios su madre, a la que le "encanta escuchar". La convivencia que le privaron con ese padre "que estaría hoy celebrando, contento, saber que en esta Euskadi sin atentados de ETA no habrá más niños huérfanos" como ella. Afirmación rotunda y que habrá retumbado en todos aquellos que se vean reflejados en Leire. Demasiados.
Antes habían abierto el acto central los dantzaris Iker y Sara Ruiz, del Beti Jai Alai Dantza Taldea, con un aurresku siempre pasional en un ambiente de emoción contenida, así como el respetuoso Agur Jaunak. El acto, que fue presentado por el periodista Xabier Lapitz, contó también con la participación del bertsolari Xabier Euskitze, y el epílogo de una alegre jota acompañada por los txistularis Gotzon Tueros, Tomás Saracibar y Patxi Zorrozua. La carpa se quedó pequeña y los aledaños de la plaza de la Convivencia se desbordaron.
Hasta la posterior comida de hermandad en el Kafe Antzokia todo fue una riada de esperanza. Y Rosa, la mujer de quien fue condenado a entregar su vida, volvió a sonreír. También Jose, que ya deja llorar a su madre. Y el pequeño nieto de Joseba, firme, en primera fila, que recogerá los frutos y una Euskadi en libertad.

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