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KANPAINAN GAUDE.Entre barba y barba, el bigote de Campo Vidal

KANPAINAN GAUDE.Entre barba y barba, el bigote de Campo Vidal KOLDO MEDIAVILLA
No pensaba hablar del debate. Me parecía obsceno alimentar la sobrecarga propagandística de este encuentro televisivo. El careo, emitido urbi et orbe, por interesante que resulte a la hora de contrastar opciones, rompe el principio de igualdad de oportunidades entre las formaciones competidoras de los comicios generales. La fórmula del debate a dos achica el campo de juego y convierte en meros espectadores a quienes también son protagonistas del lance electoral. Los hace invisibles para el gran público y convierte en monopolio el derecho de información. Y en democracia, como en la economía de libre mercado, los monopolios debieran extinguirse.Es como en el fútbol, no hay actualidad balompédica que no pase por el Real Madrid o el Barcelona, y hasta la más pequeña ocurrencia de Mourinho o del endiosado Cristiano Ronaldo se convierte en noticia de referencia por unos medios de comunicación entregados al reduccionismo de merengues y culés. El resto de los equipos y sus avatares son tratados como comparsas por unas empresas periodísticas que comienzan a dar repelús por su sectarismo.Vayamos al debate. Primera conclusión: Euskadi no existe. Ni tan siquiera en el ámbito tópico del terrorismo y su finalización histórica. Ni para Rubalcaba ni para Rajoy merecemos comentario alguno. Dice Urkullu que sin ETA Euskadi se va a salir del mapa. Rajoy y Rubalcaba, anoche, nos sacaron de él. Ni un simple guiño. Argumentarán que el contraste pretendía abordar la problemática del Estado. Aún así, para los líderes del PP y PSOE Euskadi no cabe en su Nación.Segunda consideración: el mundo al revés. El aspirante, a la defensiva. El portador del título, al ataque. Rubalcaba preguntaba, como un periodista. Asumía la derrota y ponía en un aprieto a su adversario para que aclarara su programa de gobierno. Rubalcaba con la fábula de Pedro y el lobo. "A pelear, que viene la derecha con las tijeras y recortará el estado del bienestar". Rajoy, en el diván del psicoanalista: "¿Miedo al lobo los cinco millones de parados? ¿Los pensionistas a quienes congelasteis la pensión?" Rubalcaba, el químico, encontraba una fórmula: "Si quiere austeridad, aplíquela a las grandes fortunas". Rajoy, el registrador de la propiedad, levantaba acta. Y leía. Leyó demasiado. "En el 96, cuando el PP llegó al Gobierno se encontró con un 22% de paro. Conseguimos bajarlo al 10%. Ustedes lo han devuelto al 22%".Tercera percepción: el pasado deja sin futuro a Rubalcaba y el futuro de Rajoy puede llevarnos al pasado de Aznar. Pese a las dotes de buen comunicador, Rubalcaba no convence. No puede. Ocho años de gobierno lastran con plomo sus alas. Sus promesas no son creíbles. "Si tan bueno es lo que propone, ¿por qué no lo ha hecho ya?". Rajoy acaricia el triunfo. Es mejor ser rehén de los silencios que de las promesas. Su estrategia es irradiar confianza, templanza y sosiego. No espantar a nadie. Una mayoría holgada, con el afán revanchista de muchos de los que le rodean, puede hacernos revivir episodios de soberbia propios del aznarato.Cuarta consideración. Triste futuro tiene un país cuyos gobernantes interrogan y los alternantes sustentan sus opciones reprochando los errores pasados. Triste porvenir de un país cuyos representantes se interrumpen como colegiales en riña al grito de "tú más". "Es una insidia". "No, es que no se ha leído su propio programa". "Lo que dice es mentira". Melé espontánea y patada a seguir.Mi percepción personal es que Rubalcaba ganó dos de los tres bloques en los que se dividió el debate. El primero, claramente, y el último, con un poco de fortuna. Rajoy empató en el segundo. Más por los errores del químico que por aciertos propios del gallego. Pero el socialista tuvo un pecado original: saberse vencido de antemano y explicitarlo con su ofensiva de perdedor a los puntos. Quiso esprintar -su especialidad- pero la distancia era ya demasiado larga para ganar la carrera. Solo al final supo matizar; "en el caso de que usted gobernara -aclaró tras el descanso-".Cierro el comentario. Entre barba y barba, me quedo con el bigote de Campo Vidal. Fue el único que se acordó de los ausentes. Un recuerdo infructuoso y baldío. Hoy todos hablarán de lo mismo. Es la perversión de un esquema informativo que eleva a categoría la tos de Cristiano Ronaldo y olvida el partidazo de San Mamés. Y de Euskadi, ¿quién habla? Pregúntese el lector y obre en consecuencia. En el debate de ayer nadie se acordó de nosotros. ¿Nos acordaremos de ellos?

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